viernes, 19 de febrero de 2010

El cambio climático por causa antrópica



Desde el inicio de la revolución industrial, cuando los combustibles fósiles, en un principio el carbón, comenzaron a quemarse en grandes cantidades, para cubrir las necesidades de energía de los procesos industriales, la cantidad de CO2 en la atmósfera se ha incrementado apreciablemente. La quema de carbón, como de los otros combustibles de origen fósil, desprende calor y libera CO2. Por tratarse de un gas de efecto invernadero, su incremento ha de reforzar el citado efecto invernadero, por lo que habrá que esperar un calentamiento de la atmósfera planetaria. El dióxido de carbono es, por tanto, uno de los principales agentes del cambio climático por causa antrópica. Del mismo modo, otros gases de efecto invernadero, como el metano, el óxido nitroso, e, incluso, el ozono troposférico y hasta los CFC (clorofluorocarburos), han aumentado también sus concentraciones en la atmósfera terrestre, con lo que han de reforzar el mismo efecto. En el caso del metano, denominado gas de los pantanos, por su desprendimiento en las áreas encharcadas, su aumento tiene que ver, entre la otras causas, con la gran extensión de los arrozales en algunas regiones del mundo.
En el caso del CO2, se ha pasado de una concentración en la troposfera de 280 ppmv (partes por millón en volumen, equivalentes a 0,028%), a mediados del siglo XIX, a más de 360 en la actualidad. El metano ha crecido desde 700 ppbv (partes por millardo en volumen), a mediados del siglo XIX, hasta 1.714 a comienzos de la última década del siglo XX. El óxido nitroso ha pasado de 275 ppbva 311, entre las mismas fechas, mientras que los CFC eran desconocidos en el siglo XIX.
Los procesos en los que se ven implicados los anteriores gases en la naturaleza no son simples, existiendo múltiples transferencias entre los distintos componentes del medio. El CO2 forma parte del ciclo del carbono. Este elemento se presenta en la naturaleza en forma de carbón fósil o mineral, como constituyente de la materia viva y del suelo, disuelto en el agua del mar y como CO2 atmosférico. Si la cantidad de carbono atmosférico, como dióxido de carbono, se hace equivaler a una unidad, las reservas carboníficas del planeta se estiman en unas 10 unidades, el carbono de la materia vegetal animal y edáfica, en unas 3 unidades, mientras que en el océano hay, en formas de bicarbonatos, nada menos que 50 unidades.
Por tanto, los océanos son la principal reserva de carbono. El carbono pasa a la troposfera por las combustiones del carbón, y en general, de los combustibles fósiles, las emanaciones volcánicas y la respiración de los seres vivos. En cambio, la fotosíntesis consume CO2, que se utiliza para la síntesis de los hidratos de carbono que constituyen la materia vegetal. Además de estas transferencias, existe un importante mecanismo regulador del CO2 atmosférico, consistente en una reación de equilibrio entre los carbonatos y los bicarbonatos oceánicos de esta manera, un exceso de CO2 es fijado en forma de bicarbonatos en los océanos con un cierto desfase temporal. El mar se combierte, así, en un importante sumidero de dióxido de carbono, que devulve a la atmósfera sí ésta sufre una disminución de la concentración de este gas. Sin embargo, la capacidad de almacenamiento de dióxido de carbono de las aguas marinas disminuye al aumentar su temperatura, lo que supone un efecto muy negativo ante el calentamiento planetario en conclusión la concentración de CO2 no ha dejado de aumentar desde el siglo XIX porque las emisiones artificiales superan la capacidad de absorción del océano.
Con el instrumental adecuado, de un modo sistemático y muy fiable, desde 1958 se mide la concentración de CO2 en la troposfera en el observatorio de Mauna Loa, en Hawai. Posteriormente, en otros observatorios llamados de contaminación de fondo, de los cuales hay poco más de una decena en el mundo, entre ellos el de Izaña en Tenerife, también se registra la concentración del citado gas y de la de los otros de efecto invernadero. En 1958 se midieron 315 ppmv de CO2 y en la actualidad más de 360, lo que supone un incremento anual de cerca de un 0'5 %. En conclusión, puede afirmarse que la composición química de la atmósfera a cambiado en las últimas décadas por causa humana, lo que avala la posibilidad de un cambio climático no natural, tendente a una temperatura más elevada llamado calentamiento global.

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